Persia, lugar donde una bella reina judía llamada Ester hábilmente salva a su propio pueblo de la destrucción tramada por un hombre. Aunque es Dios quien está detrás del escenario, protegiendo a su pueblo dondequiera que ellos estén. Ester, debería haberse retirado atemorizada, pero ella confió en Dios, nuestro refugio y fortaleza.
Este día vamos a meditar en el Salmo 46 y sacar fuerza de esta verdad acerca de nuestro Dios todopoderoso.
Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza; siempre está dispuesto a ayudar en tiempos de dificultad. Por lo tanto, no temeremos cuando vengan terremotos y las montañas se derrumben en el mar. ¡Que rujan los océanos y hagan espuma! ¡Qué tiemblen las montañas mientras suben las aguas! «¡Quédense quietos y sepan que yo soy Dios! Toda nación me honrará. Seré honrado en el mundo entero». El SEÑOR de los Ejércitos Celestiales está entre nosotros; el Dios de Israel es nuestra fortaleza.
Cada día que despiertas tienes en tus manos dos manijas: la manija de la ansiedad y la manija de la fe ¿Cuál de ellas tomaras tu para empezar el día? Estamos en una época en que la presión de los problemas supera ampliamente a las soluciones que se presentan dónde te encuentres.
¿Hacia dónde nos estamos volviendo en un mundo cada vez más inestable? Volvámonos al mismo refugio que encontró el salmista.
En el Salmo 46 expresa lo que en ese tiempo estaban viviendo, las peores calamidades imaginables sobre la tierra, terremotos, movimientos sísmicos, y cuando todo parece que se va desplazar, ellos descubren que allí permanece un refugio inconmovible, Dios.
Toma unos minutos para estar en quietud delante del Señor. Entrégale a Él todos tus temores, escribe, lee y medita este Salmo. Cuando el temor como un ácido empiece a carcomer tu paz mental, ve nuevamente a esta palabra y refresca tu memoria. Tu refugio es el mismo ayer, hoy y siempre. Hebreos 13:8
Escrito por Liz Acosta | e-mail:lizscarleth070191@gmail.com